Nuestro trabajo teórico se ha centrado principalmente en dos líneas de investigación. Por un lado, hemos profundizado en una serie de autores que nos han permitido comprender mejor las subculturas y por qué este fenómeno se produce y hemos ido estableciendo relaciones entre ellos (destacan Pierre Bourdieu, Roland Barthes y Dick Hebdige). Por otro, hemos consultado un amplio abanico de fuentes que tratan la subcultura mod en particular. Esta base teórica es la que nos ha permitido investigar el movimiento mod y obtener una serie de conclusiones.

En la elaboración de este trabajo, partimos de la idea de cultura de Hebdige como un organismo vivo. El autor recoge dos definiciones de cultura, de Williams y T.S. Eliot para complementar esta su visión:
[…] un modo específico de vida que expresa determinados significados y valores no solo en el arte y la enseñanza, sino también en las instituciones y el comportamiento cotidiano. Analizar la cultura consiste, según esta definición, en dilucidar los significados y valores implícitos y explícitos en un modo de vida concreto, una cultura concreta (Williams, 1965).
Para T.S. Eliot la cultura alcanza:
[…] todas las actividades e intereses particulares de un pueblo. El día del derbi, la regata de Henley, Cowes, el 12 de agosto, la final de la copa, la carreras de perros, el expositor de insignias, la diana y los dardos, el queso Wensleydale, la col hervida y troceada, la remolacha en vinagre, las iglesias góticas del siglo XIX, la música de Elgar […] (Eliot, 1948).
Cuando Hebdige pasa a hablar de subculturas, lo hace comenzando diciendo que estas “representan el “ruido” (en contraposición al sonido)”. Es precisamente esta la mejor definición de subcultura, aquello que en un inicio la cultura hegemónica no entiende, aquello que incluso le molesta. Por lo tanto, frente a las creencias, comportamientos y estilo de vida de la cultura hegemónica, la subcultura desarrollará unos diferentes. Para Hebdige, el mejor ejemplo de este “ruido” lo podemos observar en los punks:
[los punks] Envueltos en el caos, fueron los encargados de hacer ruido en la pulcramente orquestada crisis de la vida cotidiana de finales de los setenta, un ruido cuyo (sin)sentido funcionó del mismo modo y en la misma medida que el de una pieza musical de vanguardia.
Este papel vanguardista es el que adquieren las subculturas y, como veremos en el trabajo, igual que el arte mainstream (de un momento determinado) aprende de las vanguardias para no morir, la cultura hegemónica tendrá que aprender de las subculturas para, retomando la idea de Hebdige de cultura como un organismo vivo, garantizar su subsistencia.
Por otro lado, Stuart Hall y Tony Jefferson publicaron un libro en el que estudiaron la formación y las características de las culturas juveniles de la Gran Bretaña de posguerra[1].
En él se habla de la cultura como el estilo de vida que un determinado grupo o clase decide adoptar de forma particular y distintiva, es decir, los significados, valores e ideas presentes en sus instituciones, sus costumbres y la manera cómo se deciden establecer las relaciones sociales e interpersonales, entre otros factores. Igualmente, entendemos que también incluye cómo estos elementos son percibidos, vividos, comprendidos e interpretados por sus mismos miembros. Y, aunque puede que en ocasiones uno no se dé cuenta del sistema del que forma parte, lo que es innegable es que pertenece a uno. Las personas no somos seres aislados, nacemos y nos desarrollamos en sociedad, por lo que inevitablemente pasamos a estar inscritos en una determinada cultura desde el momento en que nacemos. Ésta, regida por una serie de normas que establecen límites, modifican o configuran su existencia y reproducción, instaura, paralelamente, los códigos de significado que la administran.
Los grupos sociales que existen en el seno de una sociedad comparten ciertos rasgos, características e historia. Sin embargo, asumimos que no se trata de comunidades idénticas puesto que sus miembros establecen distintas relaciones con los medios de producción, tienen niveles de riqueza y poder diferentes y no poseen el mismo capital cultural. Así, clasificamos los grupos de individuos teniendo en cuenta estas y otras categorías, que van a delimitarlos y determinar qué tipo de relación van a establecer con los demás. Por lo que a la cultura se refiere, la oposición que surge desde esta división se materializa en forma de cultura dominante contra cultura subordinada.
La cultura dominante se representa a sí misma como la cultura universal y hegemónica. Es la que trata de definir y contener las otras variaciones culturales presentándose como la más natural, la propia del sentido común, al abarcar todas las demás e incluirlas. Marx decía en The German Ideology (1845):
“Las ideas de la clase dominante son, en cada época, las ideas imperantes de la sociedad [...]. La clase que tiene a su disposición los medios de producción material también tiene control sobre los medios de producción intelectual, de manera que, consecuentemente, las ideas de esos que carecen de medios de producción material quedan sujetas a las de los primeros. Las ideas o ideologías dominantes no son más que la expresión ideal de las relaciones de producción dominantes [...].”
Podemos definir las subculturas, luego, como estructuras similares y a la vez diferenciadas de la cultura dominante. Es decir, tal como hemos apuntado, es inevitable que los miembros de una subcultura compartan ciertos valores e historia con la cultura hegemónica, puesto que han bebido de las mismas mitologías -relatos que según Roland Barthes ordenan la vida en sociedad, procedentes de una base ideológica establecida por la clase burguesa-. No obstante, ya sea por una razón u otra, difieren de la dominante en algunos rasgos, por lo que sienten necesaria la exhibición de dicho sentimiento de oposición para ser reconocidos como diferentes y poder distinguirse de los demás explícitamente. A través de la vestimenta y del consumo, del estilo de vida que adoptan y de lo que hacen con su tiempo libre, proyectan una imagen determinada opuesta a la hegemónica.
En el contexto de las subculturas que aparecieron en Gran Bretaña a partir de los años cincuenta, todo lo establecido por la clase trabajadora adulta, los padres, fue reeditado por los jóvenes que se empezaban a incorporar al mercado laboral. Nacidos durante la guerra, eran quizás los menos comprometidos con los patrones sociales anteriores. El salario de estos jóvenes, que vivían con sus padres y se beneficiaban de las ya consolidadas políticas del Estado del Bienestar, lo destinaban íntegramente a satisfacer sus caprichos. Esta coyuntura y este cúmulo de condiciones es el que hizo que la respuesta en forma de subcultura fuera tan evidente en Gran Bretaña, los jóvenes se convirtieron en los encargados de cuestionar la cultura hegemónica en una batalla que se libraba en el campo del estilo.
Autores & Relaciones
Al hablar de subcultura, se hace imprescindible consultar al autor Dick Hebdige.
Hebdige reflexiona sobre el fenómeno de las subculturas abordándolo desde varios puntos de vista. En primer lugar, es interesante la visión que este autor tiene del concepto “hegemonía” que es del que parte para desarrollar su teoría de cómo la subcultura aparece como algo que choca contra esa hegemonía. Heredero de las teorías de Gramsci, Hebdige habla de cultura hegemónica porque unos grupos sociales pueden ejercer una “autoridad social total” sobre otros. Una parte importante de la explicación de Hebdige consiste en tener en cuenta que esta autoridad no se ejerce solo de forma impositiva o coercitiva, sino en el momento en el que los comportamientos que se quieren imponer resultan naturales, legítimos, de sentido común. Según otro autor, Roland Barthes, las mitologías juegan un papel fundamental de naturalización y normalización de esta hegemonía.
Roland Barthes, habla de la construcción de mitos. De la unión de un significante con un significado nace un signo (por ejemplo: atribuimos a un objeto rojo de forma redonda el concepto “tomate” y construimos un signo, la idea de tomate que tenemos en la mente). Barthes va más allá y considera que un signo puede volver a convertirse en significante para que se le atribuya un nuevo significado. Se crea así un signo de segundo orden, lo que Roland Barthes denomina mito (por ejemplo: al tomate se le atribuye el significado de lo natural y se crea el mito de la naturalidad, como podríamos ver en el análisis que Barthes hará de un anuncio de pasta Panzani)[2]. Toda este serie de mitos que encontramos en la cultura hegemónica responden a lo que Barthes entiende como una “ideología anónima” que está detrás de todo: desde las manifestaciones sociales y culturales, hasta nuestros deseos y aspiraciones. Además, Barthes añade que esta ideología no es naive, inocente, sino que es la ideología de la clase burguesa, de la clase dominante. Es interesante en este punto la visión de Marx que considera que los propietarios de los medios de producción materiales tienen, a su vez, el control de la producción mental.
Para comprender cómo se “naturalizan” estos mitos, cómo la cultura hegemónica se convierte en “lo natural”, “lo normal”, “lo lógico”, debemos introducir el concepto de habitus del sociólogo Pierre Bourdieu. Bourdieu nos habla de un aprendizaje semiconsciente que se produce al vivir en sociedad. Es este aprendizaje mediante el que se produce la normalización o naturalización de las mitologías de las que habla Barthes. Es esta la forma en la que se aprende la cultura hegemónica.
Retomando la explicación barthesiana de mito, y conectándola con la función que Hebdige atribuye al estilo, podemos considerar que lo que hace una subcultura es cambiar los significados que se atribuía a diferentes signos en las mitologías dominantes. Así, pueden crear nuevos mitos y este nuevo conjunto de mitos pasará a conformar la ideología de esa subcultura. No obstante, para Hebdige esta discusión entre cultura hegemónica y subcultura no se va a producir a través del discurso o de la palabra, sino en el campo de batalla del estilo. Este estilo se conforma precisamente como una forma de exteriorizar la ideología, nos habla el autor de estilo como un nivel “profundamente superficial”, el nivel de los signos.
Para entender cómo se reproduce el estilo en las subculturas, una interpretación del estilo como una constante y consciente objeción o contradicción no nos basta. Pierre Bourdieu habla del gusto como distinción y es así cómo funcionan las subculturas. El individuo adquirirá este nuevo estilo, que es ideológico, como algo que “le gusta”. Es mediante esta naturalización del gusto y el aprendizaje en contacto con el resto de la subcultura cómo se consigue reproducir el estilo.
[1] Hall, S & Jefferson, T. (2006). Resistance through rituals: Youth subcultures in post-war Britain.
[2] Barthes, Roland (1986) Retórica de la imagen. En: Lo obvio y lo obtuso. Barcelona. Paidós.